El modelo económico actual arranca con la domesticación de plantas y animales. Esta revolución económica y simbólica comienza a gestarse  tras la última glaciación en el Creciente Fértil del Próximo Oriente.

Esta transformación se produce en Oriente en un marco temporal de unos 4.000 años desde el 12000 hasta el 8000 A.C. y en un espacio geográfico amplio que comprende lo que hoy son los estados de Siria, Líbano, Palestina, Israel, Jordania, Iraq e Iran.

Allí las temperaturas más suaves propiciaron la aparición de un manto vegetal rico en trigo y cebada, unas espigas que van a cambiar la faz del Mediterráneo. En los morteros junto a los fuegos de los campamentos, las personas que recolectaban aprendieron a transformar este alimento almacenable. Pronto movidos por la necesidad de controlar su diario sustento descubren el secreto de la agricultura , se inagura entonces el mundo de la producción, la acumulación y la propiedad, y aquellas sociedades pasaron de la recolección a la de producción de subsistencia.

Dependientes del cereal que siegan con unas primitivas hoces, se van asentando junto a las reservas naturales de granos.

Con piedras, con ladrillos cocidos al sol construyen los primeros poblados permanentes de casas provistas de granero y molino, el instrumento básico de molienda.

Este nuevo modo de vivir y de pensar basado en el excedente agrario se propaga en pocos milenios por toda la cuenca y es el germen de los primeros estados de la antigüedad.

En la antigüedad la agricultura de los cereales alcanzó un carácter sagrado ya que de la cantidad y calidad de las cosechas dependía el nivel de vida de ciertos pueblos de la cuenca mediterránea. Las características nutritivas de los cereales, que las intuían pero no las conocían como en la actualidad proporcionaron a su cultivo un valor trascendental.

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